Normalmente y cuando la sociedad manifiesta alguna opinión o posición que se sale de lo habitual, o bien a esos se les llama locos y son unos genios, o bien están locos y sólo expresan libremente extremos muy concretos. Por estadística, y como la vida no está llena de genios, la mayoría de estos casos no hacen buen uso de su razón por muy preparados que tengan sus argumentos. Pero además resulta que esas opiniones de minorías son ampliamente difundidas a base de alboroto, ruido, exclamación y cuales quiera sea el signo de indignación que utilicen para llamar la atención.
Hasta tal punto puede llegar este proceso, que al cabo del tiempo nos encontramos con el concepto de verdad por repetición exhaustiva, y aunque no sea verdad como tal, o incluso sea una verdad relativa, esa minoría llega a gozar cuando menos de una conformidad, de una permisividad. A través de este camino, otras causas han sido relegadas a otro plano.
Diariamente se dan situaciones así, y en todos los ámbitos, a cualquiera nos sonará alguna historia. Pero la historia que traigo aquí hoy es la de la minoría de esos que siguen poniendo trabas a la Comunidad de Regantes «Salva García». Esos han intentado desde un inicio minar la confianza de las personas contra una obra, una inversión y unas intenciones que a nadie ha dañado ni perjudicado, pero por contra esas opiniones minoritarias nacieron, se han crecido y siguen en su status quo. Muy al contrario, estas personas sí han perjudicado a otras a las que decían aconsejar, y por supuesto han perjudicado a la propia Comunidad.
A día de hoy lo siguen haciendo, gozando de esa permisividad que comentaba, y del crédito que tienen asignado. Esos de Fuente Carreteros y otros de Silillos que anteriormente estaban apoyados por alguna personalidad, hoy siguen actuando como lo que aparentemente eran, embajadores de la verdad designados por un ente superior y con una inmunidad total.
Pero todo esto es sólo a grandes rasgos.