Llevaba tiempo ya bastante queriendo escribir algo sobre transgénicos, más concretamente sobre las nuevas variedades vegetales transgénicas. Y es que constantemente estamos viendo noticias de transgénicos en todos los medios que están completamente llenas de falsos juicios y prejuicios, y esto ocurre básicamente por desconocimiento de lo que son y lo que no son. Aunque efectivamente pueden suponer un problema, no es ni mucho menos el que la inmensa mayoría de gente imagina.

El caso es que recibo un correo de mi amigo Rubén, el cual a su vez había recibido otro correo, diciéndome que tal vez me interesaría publicar algo al respecto. Un blog de Almodóvar del Río se hace eco de un cultivo de maíz transgénico en Fuente Palmera, pidiendo la difusión de este hecho y la oposición a éste, en principio sin aportar ninguna argumentación para ello, lo cual considero uno de los prejuicios que mencionaba antes.

Por eso en este post voy a intentar explicar unas nociones básicas que versarán sobre genética, transgénesis, agricultura y ecología.

¿Qué es la ingienería transgénica?

Hoy día, llamamos ingienería transgénica a aquella rama de ciencia biológica genética, que se dedica a estudiar ciertos genes y la posibilidad de utilizarlos en especies distintas a las que originalmente los tienen. De modo que la transposición de un gen de una especia a otra se llama transgénesis.

Pero, ¿qué clase de bicho es un gen?

Un gen no es ningún bicho raro, ni un virus ni una bacteria. Se llama gen a aquella porción de ADN, el cual está presente en todas las células de los seres vivos, que define una característica concreta de ese individuo vivo en concreto. Como digo, todos tenemos ADN, en el núcleo de nuestras células en concreto (aunque también existe el ADN extranuclear) y todos tenemos un ADN distinto, salvo los hermanos gemelos y los clones. Y todos tenemos millones de genes que determinan -en parte- todas nuestras características, como por ejemplo el color de los ojos, la estatura y la complexión o incluso si vamos a tener o no miopía a lo largo de nuestra vida.

¿Y para qué se pone la ciencia a jugar con genes?

El hombre lleva miles de años jugando con los genes, por así decirlo. La propia selección natural, que ha provisto a la naturaleza de la evolución, no es más que un juego de genes. Pero el hombre, consciente de ello desde que dejó de ser cazador-recolector para hacerse agricultor y ganadero, empezó a ver que algunas variedades que sembraba tenían unas características y otras variedades, aún siendo de la misma especie, tenían otras particularidades. Y poco a poco el hombre fue seleccionando las mejores variedades por su aprovechamiento para él, e indirectamente iba seleccionando unos genes y descartando otros.

Esto se dío de manera intuitiva, hasta que Gregor Mendel, un monje y científico, descubrió la forma en que los genes se transmiten a las generaciones filiales, enunciando las que hoy se llaman Leyes de Mendel. De esa forma, a partir de entonces los cruzamientos de especies vegetales y animales podrían ser dirigidos para obtener un «resultado deseado». Desde entonces se viene practicando la técnica de hibridación, tan productiva en determinados cultivos agrícolas.

¿Quiere esto decir que lo que se cultiva en el campo no es natural?

Todos los cultivos actuales -salvo la excepción correspondiente- son completamente distintos a como en un primer momento estaban en la naturaleza. Podría decirse que son artificiales en el sentido de que el hombre los ha modelado a sus necesidades, los ha domesticado y al mismo tiempo, ha hecho a las especies vegetales agrícolas dependientes del cuidado del hombre.

• La altura de la caña del trigo ha sido disminuida tras muchos años y programas de mejora, mientras que en la naturaleza esta planta era mucho más alta.
• Las plantas de maíz sólo producen una mazorca grande y de granos uniformes, en lugar de producir muchas mazorcas pequeñas con poco contenido de almidón.
• Un girasol sólo tiene un panal de pipas muy amplio, pero la planta natural daría 5 ó 6 panales, y también se le ha disminuido la altura.
• El tomate actual puede ser considerado una barbaridad con respecto a su ancestro, que debería de ser del tamaño de una baya silvestre de las selvas de centro américa.

Existen innumerables ejemplos que ponen de manifiesto el poco parecido de las especies vegetales cultivadas y las especies que fueron en un inicio cuando eran naturales y silvestre. No obstante siguen siendo naturales, pero unos genes han dejado de expresarse en detrimento de otros que se han expresado mucho más. Por eso, a partir de ahora en este post, a las variedades vegetales cultivadas por el hombre las llamaré en adelante variedades tradicionales en lugar de naturales.

Sí, todo eso está muy bien, ¿pero para qué se necesita ahora la transgénesis?

La hibridación y los cruzamientos intervarietales, a pesar de sus grandes logros, tienen una gran limitación: la reproducción sexual, la cual lleva intrínseca la limitación del intercambio genético siempre dentro de la misma especie. La trangénesis se salta esa limitación, permitiendo aprovechar el gen de un pez en un cultivo de naranjos, por decir algo.

Podemos decir entonces, que la diferencia básica de la mejora vegetal tradicional con la transgénesis es la fuente de nuevas características y genes, y por supuesto la metodología.

Enconces ¿los productos transgénicos son cancerígenos o radiactivos o mutagénicos?

Habitualmente, cuando un medio ecologista quiere impactar al lector es fácil encontrar imágenes recogidas de la ciencia ficción o de la imaginación de un publicista sin escrúpulos. Todavía recuerdo aquélla en que se veía un tomate con un feto humano en su interior, o una mazorca de maíz con una granada explosiva dentro de sus hojas; pero lo más común es encontrar el símbolo de la radiactividad y del peligro biológico bajo la palabra transgénico con un fondo amarillo.

Lo cierto es, que una vez obtenido una variedad transgénica, una vez que tenemos una semilla de esa planta transgénica, ésta es igual que la tradicional en su desarrollo, en su forma, en su color etc etc salvo en la característica que deba mostrar y para la cual ha sido desarrollada. Nadie puede diferenciar a simple vista una planta transgénica de una tradicional sin hacerle una prueba de laboratorio para determinarlo.

De hecho cuando una variedad  transgénica pasa a ser probada al aire libre y posteriormente comercializada, antes ha pasado por numerosísimas pruebas de todo tipo; pruebas tan exigentes y repetitivas, que por ejemplo, si  la pimienta que todos tenemos en nuestra casa se sometiese a esas pruebas sería calificada como cancerígena. Sólo después de tantas pruebas comienzan los ensayos de campo.

Entonces ¿qué es lo que arguyen los ecologistas?

La argumentación ecologista argumenta varias razones contra los transgénicos. Entre las más fundamentadas se encuentra la que dice que el cultivar variedades transgénicas al aire libre facilitará que éstas se propaguen, llegando hasta el punto de que contaminen las líneas varietales silvestres con las que se pueden cruzar, y de esa forma pueden «contaminar con su gen» todas las variedades de una determinada especie, hasta que no quede ninguna planta silvestre o natural.  Es decir, le atribuyen a las plantas transgénicas un papel vírico contagioso. No obstante, esta teoría es poco válida, pues las variedades cultivada tradicionales también pueden cruzarse c0n las silvestres, y lo han podido hacer durante decenas de años. La agricultura tradicional intensiva viene desde mucho tiempo atentando contra la diversidad, acabando con todas las plantas silvestres y plantando o sembrando masivamente plantas iguales procedentes de un programa de mejora.

Otro argumento, al cual me sumo en parte, es el que hace referencia a variedades transgénicas resistentes a herbicidas. Estas variedades permiten al agricultor el controlar las malas hierbas con herbicidas en cualquier estado del cultivo, ya que éste no es afectado porque resiste su acción. De modo que el agricultor puede «abusar» de ese químico tanto como quiera, o como le permita su economía. Los ecologistas dicen que la aplicación desmedida de herbicidas puede acabar con las especies silvestres del campo, pero en un entorno agrícola cualquier especie silvestre es considerada un enemigo desde hace tiempo. Pero lo que sí es cierto, es que un manejo poco responsable de los herbicidas puede acarrear problemas de contaminación de acuíferos y de todo el subsuelo durante el periodo de actividad de la materia activa.

También arguyen que el gen de resistencia de la planta transgénica puede pasar a las plantas silvestres por polinización cruzada. Si bien esto es posible, no habría de ser determinante, ya que si una planta silvestre o mala hierba adquiriese resistencia a un herbicida en las generaciones posteriores la iría perdiendo poco a poco, a no ser que siguiese encontrándose en un ambiente con presencia del herbicida. Y por otro lado, las plantas silvestres ya están mostrando resistencia a los herbicidas, sin intervenir para nada la transgénesis, debido simplemente a un mecanismo de selección natural: si miles de agricultores aplican el mismo herbicida a millones de plantas, habrá alguna que se muestre más resistente a él o que se reproduzca mejor que las otras, y si esto se vuelve a hacer año tras año, al final se está creando una presión ambiental a favor de la resistencia a ese herbicida. Esto está ocurriendo mucho hoy día como consecuencia de años de mal manejo, por eso ahora los herbicidas que se fabrican han de ser más concentrados o enérgicos para hacer el mismo efecto.

Otros argumentos ecologistas son poco menos que infantiles. No sé si los argumentan con intención de escandalizar o porque lo verdad los creen, pero yo los cuento aquí. Dicen que si comemos una planta transgénica, el gen introducido nuevo en esa planta, puede pasar a nuestra dotación genómica creando alteraciones en nuestro ADN. Para afirmar la posibilidad de esto, se basan en la teoría de los genes transposones o genes saltarines, que son genes que saltan de un lugar a otro dentro de un mismo cromosoma. Extrapolando esta teoría un poco más allá, si el gen transposón fuera el transgén, saliese del cromosoma, saliese del núcleo, saliese de la célula y luego entrase en una célula de nuestro estómago o de nuestro intestino, en su núcleo y en nuestro cromosoma, podría suceder. Pero eso sí, según esta afirmación ecologista, habría que tener especial cuidado cada vez que comiéramos algún filete de ternera, pues al día siguiente podríamos amanecer con cuernos.

¿Cuáles son los casos actuales de transgénicos más comunes?

A día de hoy existen pocas de las aplicaciones de la transgénesis en el mercado, debido principalmente al debate mundial que existe y a la moratoria de Europa a comercializar o producir Organismos Modificados Geneticamente. No obstante, si se producen y comercializan en Estados Unidos y otros países, y esto está dando lugar a unas distorsines del mercado.

Los primeros cultivos objeto de transgénesis fueron el máiz, la soja y el algodón, el maíz con resistencia al gusano del taladro mediante la síntesis propia del insecticida del Bacillus thuringiensis, y el algodón y la soja con resistencia al glifosato. Ninguno de los cuales son directamente usados en alimentación.El caso del algodón porque no se come, en los otros dos porque lo que se utiliza de ellos es un producto muy concreto obtenidos por extracción, como son el almidón y el aceite. He de decir también que estos productos de esas plantas no contienen ADN, ya fuesen tradicionales o transgénicas, y por lo tanto el gen transgénico no está ni siquiera contenido en los alimentos prodecentes de OGM.

¿Sólo de ese tipo son las modificaciones genéticas que se están buscando?

Las modificaciones genéticas anteriores son las llamadas de primera generación, y esto es por varias razones. Como decía son las primeras experiencias de transgenesis que se buscaron, pero además se diferencian de las siguientes en el sujeto de beneficio: las anteriores benefician la producción del cultivo. Los nuevos tipos de transgénesis están orientados al consumidor, y en ambos casos redundan en costes y precios más baratos para el consumidor (aunque con algunos matices como detallaré más adelante).

Un ejemplo de transgénesis de segunda generación puede ser la que se lleva años investigando en Huelva con las fresas para retrasar su pudrición. Este proyecto es especialmente curioso porque realmente no se debería llamar transgénica esta fresa, y me explico; no se trata de insertar un gen externo ni extraño a la planta de la fresa, sino de insertar el opuesto a uno que ya tiene. De esa forma la fresa produciría menos de un tipo de proteína de las oxidasas que consumen los azúcares de ésta.

Otro ejemplo podría el famoso arroz de oro (arroz con vitamita E) o la leche con insulina.

¿Cuál es el problema ecológico real que pueden suponer los transgénicos?

Realmente las plantas y cultivos transgénicos no pueden suponer ninguna alarma ecológica nueva por sí mismos. La agricultura intensiva y masificada, el agrohábitat, ya se ha encargado de crear suficientes. Se ha escrito y hablado mucho acerca del insecticida que produce el maíz Bt, pero está demostrado que produce menor impacto ambiental que los sintéticos. Ni tampoco es nuevo que millones de plantas iguales estén bajo la linde de una misma parcela, por muy recientes que sean sus genes en ese entorno.

Bien es cierto, que modificaciones como la resistencia a herbicidas como el glifosato pueden desencadenar un abuso y un problema ambiental. Aunque también es muy cierto que variedades mejoradas transgénicamente para tolerancia al estrés hídrico pueden contribuir positivamente a reducir el uso del agua de riego y a disminuir la erosión y la desertificación.

¿Y que otro problema pueden suponer los transgénicos?

El mayor perjuicio que pueden ocasionar los transgénicos puede estar relacionado, una vez más, con temas de propiedad intelectual y patentes.

Los programas de desarrollo de transgénicos son inversiones cuantiosísimas que sólo grandes multinacionales del sector químico y farmacológico pueden permitirse. Y cuando obtienen resultados satisfactorios quieren asegurarse de que reviertan de nuevo en ellas. Los OGM con resistencia a herbicidas no son vendidos tan sólo como un saco de semillas, la misma «casa» proporciona la semilla, el herbicida y añade las limitaciones pertinentes. Los transgénicos de ese tipo pueden terminar por conventir a los agricultores en meros arrendadores del terreno de cultivo, acorralados por los proveedores y los compradores.

Por otra parte, y tanto como pasaba con el Proyecto Genoma Humano (del cual tengo pendiente escribir, por la impresión de un libro que he de recomendar) la naturaleza no debe estar sometida a patentes o royalties, pues no se está inventado nada. El hombre se basa en la naturaleza para crear sus logros, que no son más que imitaciones o ideas prestadas de ésta. ¿Se hubiera inventado el avión si el hombre no hubiera visto al pájaro volar?

 Las multinacionales, cuando hacen sus investigaciones, necesitan obtener unas retribuciones y beneficios por ello, pero no una exclusividad en el uso de lo que ellas mismas han obtenido gratis.

Por último, un problema grave que van a ocasionar los transgénicos está siendo ya la gran distorsión del mercado internacional, aunque sobra decir que no le podemos atribuir esto a los transgénicos. Cualquier innovación tiene un periodo de asimilación que cuanto más largo es, más traumático. Los países que hoy en día están produciendo con transgénicos lo están haciendo con menores costes de producción, y a través del mercado internacional hacen bajar los precios interiores de países con moratorias a los transgénicos.

Un caso muy llamativo es el de algodón en Europa. Los europeos no somos autosuficientes para este producto, necesitamos comprar de fuera, pero nos sale más barato comprarlo que producirlo, con lo cual se acabaron las subvenciones al algodón. Y el algodón que compramos fuera es transgénico, pero aquí todavía está prohibido cultivarlo. Sin ir más lejos todos tocamos algodón transgénico todos los días: los billetes de los euros están hecho con algodón americano transgénico.

Los transgénicos pueden contribuir a muchas cosas positivas en cuanto a nutrición, agricultura y ecología en todo el mundo. Pero no son ninguna varita mágica, pues el ser humano no va a cambiar sus costumbres humanas por tener a su disposición la posibilidad. No me cabe duda de que la mejoría que traigan de la mano puede ser uniforme y equilibrada en todo el planeta, si es que no siguen recibiendo impedimentos parciales, y por eso las diferencias entre países subdesarrollados y desarrollados no van a cambiar. Pero lo que hay que tener más en cuenta es la nueva responsabilidad que supone su manejo a todos los niveles, a nivel individual, gubernamental y global, pues no olvidemos que los potenciales que estamos viendo todavía son una mera muestra.

 

Por supuesto, todo esto es sólo a grandes rasgos, y ha sido muy largo, he tardado cinco días en escribir este artículo, y seguiría escribiendo de él. Espero tus comentarios.

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