A cualquier precio, pero presidente

Hace ni mas ni menos que tres años desde que escribí una entrada en mi blog, a grandes rasgos. Y me apena que tenga inquietud de escribir precisamente después de tanto tiempo, pero para hacerlo del mismo tema que el anterior, Pedro Sánchez y la deriva del PSOE. 

Su anterior historia épica se titulaba «no es no». Famoso por salir del PSOE por la puerta de atrás debido a su obcecamiento para no dejar gobernar a Rajoy, contra la opinión de los barones de su partido, para luego volver cual rey sol, consiguiendo llevar a término una moción de censura contra el mismo Rajoy.

Casi lo ha conseguido todo en política, se podría decir. Todo salvo ser elegido presidente por el Congreso de los Diputados tras unas elecciones ordinarias. Trabajo le está costando, pero el hombre tiene empeño, hasta tal punto que lo que sí ha conseguido es dejar su credibilidad y la de su partido por los suelos. No creo que pasen dos semanas sin que se desdiga de algo que dijo anteriormente. 

Ya ha pasado varios escándalos, los cuales, como normalmente le pasa a la izquierda, casi pasan desapercibidos, desde plagios hasta espionaje con prostitutas, pasando por esas cosillas de algunos ministros que ha tenido, que tuvieron que dimitir por no estar a la altura de su propio criterio. Por no mencionar algunas declaraciones bastante alejadas de la realidad legal en España. 

En cualquiera de los casos, no me trae aquí el escribir de nuevo tras tres años, el perenne fango de los políticos de carrera. No. Lo que me trae de nuevo es la visible y previsible deriva del espectro político en España, en la que seguramente no todo el mundo habrá caído en cuenta; que muy a grandes rasgos, se podría resumir de la siguiente manera. 

Desde la época de Zapatero, yo diría que en concreto desde la cúspide de la crisis, la izquierda empezó a escorarse más hacia la izquierda, es decir, radicalizarse. En un momento inicial el proceso se dio mediante objetivos filosóficos, utópicos, intentando llevar ideologías a término. Así vimos conceptos nuevos como la alianza de civilizaciones, el dinero público no es de nadie, por ahí vino también la ley de memoria histórica etc. Claro, todo aquello servía para despistar al votante, dicho sea de paso, agasajándolo con caramelos al que era de izquierdas o polarizando al que era de derechas, pero en cualquier caso haciéndole perder la atención de la situación real a la que llegaba el país. No obstante la situación llegaría a ser tan aguda que luego vinieron los escratches, el 15M y esas cosas, dando lugar a nuevos partidos (la invención de la polvora), que ahora ya están perdiendo de nuevo auge, votos y llegarán a desaparecer. En aquella nueva situación, el PSOE tradicional, la generación de ZP y anterior se llegaron a considerar la vieja izquierda, traidores de la nueva izquierda que estaba destinada a ser el nuevo Adán. Llegaba Pablo Iglesias con su nuevo orden constituyente (típico de Chavez y Maduro como aprenderíamos poco después). La premisa básica de la nueva y más radicalizada izquierda era que todo estaba mal, estamos bajo un régimen franquista fruto de una constitución que no hemos votado. Hasta tal punto se tensó el espacio entre la izquierda y la nueva izquierda, que algunos barones desde entonces parecen políticos de derechas, caso de Susana Díaz, Javier Fernández, Emiliano García Page, o el mismo Pedro Sánchez cuando aparecía como tertuliano en los debates de Intereconomía TV. 

Claro, el Psoe estaba intentando parecer un partido serio ante aquello que venía organizando «círculos» (y no era para jugar al corro de las patatas), que parecía tan participativo, parecía fluir como un enjambre volador de marxismo vivo. Muchos dirigentes socialistas no podían más que aspirar a envidiar eso que veían con el ánimo de que fuese un nuevo caladero de futuros votos. Pero la primera estrategia les falló. Hacerse los papás mayores, con aquella gente que terminaron importando un partido venezolano y engullendo a IU en un mismo gesto, no funcionaba. Así que tocó cambiar la estrategia: había que parecerse a ellos en el discurso, pero con las formas de un partido bandera. He ahí que el Psoe abandonaba la tendencia al centro, el centro era caca. La radicalización a la izquierda era la nueva moda como los vaqueros rotos en los 90, lo progre ahora ya no era el talante. Ahora lo progre era la crispación, ambos términos traídos por ZP y ahora se invertían. 

Frente a todo aquello había un PP que gobernaría con Rajoy en mayoría absoluta, que venía efectivamente de preocuparse por el país, llegando dejar gobernar al PSOE por primera vez en el País Vasco a cambio de nada, tratando, venía de cumplir un pacto de Toledo en que las pensiones eran sagradas y se pactaban entre los grandes partidos, venía de sufrir la mayor oportunista manipulación política por un atentado terrorista, etc. El PP se comportaba desde la marcha de Aznar como un tonto bueno, que luego se vería rodeado por el acomplejamiento por la corrupción en su seno, sin saber qué hacer con la viga del ajeno, sería así victima de la corrección política más absurda asumiendo como propios muchos postulados de la izquierda para así apuntarse al talante que les predicó ZP, pero sin darse cuenta que ya aquello había pasado. De esa forma el PP se acercó a la posición clásica de un PSOE moderno, desplazando el espectro político también a la izquierda, y dejando un espacio doble, y me explico. Rajoy se decidió por un gobierno de tipo tecnócrata, al estilo de otros en Europa durante la anterior crisis, era su mejor apuesta para contentar a la troika, de modo que se alejó de notablemente de la corriente liberal (a pesar del nuevo acuñamiento de palabra demoníaca para la izquierda: neoliberalismo). Por otro lado, la tecnocracia recetada por la crisis también hizo que se dejaran a un lado las corrientes conservadoras. En realidad ningún gobierno del PP fue tan de izquierdas como el de Rajoy en muchos ámbitos de la actualidad diaria de entonces. Recuerdo por ejemplo el tratamiento a los presos etarras con el fin de la doctrina Parot, fue para muchos votantes del PP un punto de inflexión. 

Por esos dos huecos es por donde se colarían, primero Ciudadanos, y después Vox. Por el camino del escoramiento a la izquierda del espectro político español, también apareció UPyD, que con el auge de Ciudadanos quedó en la cuneta. La oferta política en España, sí, ciertamente ha aumentado. Pero lo que realmente ha ocurrido es que las propuestas se han atomizado, y que todo ha virado a la izquierda. Es decir, los postulados de hace 15 o 20 años del Psoe, pueden sera los de PP y Ciudadanos ahora. Y los de IU y el PCE de hace 15 o 20 años son los del Psoe de ahora. Claro, eso crea una tensión artificial en la dicotomía del votante, especialmente en la del votante de centro. Los partidos se envirulecen en su discurso y en sus propuestas, al más puro estilo de una campaña de marketing agresiva, porque la competencia es mayor, y al final se está pagando el precio de multipolarizar la sociedad con peligrosas consecuencias, puesto que cuando los políticos fanatizan a la sociedad, las chispas llegado el momento no se pueden controlar. 

Por suerte hay fácil remedio para todo esto, que no es más que la consecuencia del uso que hacen los partidos de la sociedad para financiarse y mantenerse en el poder. Pero por desgracia todavía ninguno ha dicho nada para que se ejerza una política no basada en los partidos, es decir, desfavorecer la partitocracia en una futura ley electoral. Se quejan, y con motivo, de que los votos no valen lo mismo según en que provincia de España votes; de que la representación geográfica del Congreso de los Diputados no tiene sentido, o si lo tiene deja sin sentido al Senado etc

Pero esto solo es a grandes rasgos. Se podrían mejorar tantas cosas con un poco de voluntad…

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