Tras las elecciones se han sucedido una cascada de reacciones en cada uno de los grupos políticos, tal como una reacción química. E igualmente y según los partidos, unas reacciones han sido endotérmicas (caso del PP e IU), y otras han sido exotérmicas (caso del PSOE y PNV).
En el Partido Popular, tras unas conclusiones de recuperación y aumento de votos, lo que parecía exitoso, firme y garante se ha puesto en duda, algo a priori contradictorio, a lo cual se le argumentan razones de mejora y renovación para justificar todo un fogonazo de cambios. Así, al principio con un estilo Jauma Matas en las autonómicas de las Islas Baleares, Zaplana decide abandonar el frente para irse a retaguardia, por aparente voluntad propia, e inmediatamente para dejar paso a Soraya.
Después ya de unos días de que Rajoy anunciase ese nombre, antes raro, desconocido y hasta difícil de escribir, el nombre de Zaplana ha quedado limpiamente en el olvido. Aquel que fuese objetivo número uno de reproches e insultos, parece haber pasado con calcetines pero sin zapatos por los pasillos del congreso, lo cual considero todo un logro para él después de tanta tormenta política. Y ni que decir tiene, que por la misma razón considero a Soraya Saenz de Santamaría Antón una valiente.
Por eso no me cabe duda de que este hombre, Eduardo Zaplana Hernández-Soro, ha terminado su etapa activa en la política como un señor, al que después de muchos intentos por buscar de que pie cojeaba, ha terminado por no cojear de ninguno; no como los recientes detenidos en Aljaraque y Torre Pacheco.
Tampoco creo que esté bien todo el revuelo que se ha formado acerca de la nueva portavoz. Seguro que le costará mucho trabajo llegar a la altura de su predecesor, a su carisma y a su soltura, pero seguro que Soraya responderá a nuevos requerimientos y nuevos horizontes, y desde luego no tiene mucho que envidiar a su homólogo José Antonio Alonso más allá de que haya estado en el Gobierno de España.
Mi buen recuerdo para Zaplana, y buenos deseos para Saenz.