¿Cual es la esencia de ser humano? ¿Que tengo yo, que si me quitaran dejaría de serlo? ¿La humanidad es una cualidad individual o se refiere a un caracter de nuestra especie? ¿El concepto de humanidad es estático, es dinámico, o necesita redefinirse? ¿Nos gusta ser humanos, lo aceptamos, percibimos ventajas e inconvenientes? ¿La humanidad se transfiere, es hereditaria, es desprendible, es caduca?
En los comienzos del s. XXI en que nos hallamos, parecen haber motivos para creer que el concepto de ser humano se cuestiona cada día con el objetivo de redefinirlo hacia una meta aún no clarificada. Las respuestas a las preguntas anteriores pueden ser exclusivamente causa de preocupación de un perfil filosófico, pero evidentemente nos incunve a cada uno de los que queremos llamarnos humanos.
Diariamente nos desayunamos una noticia o varias, que de una forma u otra pone de manifiesto la obsolescencia del humanismo como concepto, que la historia, que nuestros antepasados y nuestros orígenes nos han dado por herencia. Historia que ha construido nuestro hoy. Nada de lo anterior vale, todo hay que actualizarlo, ese es el mantra que intenta romper la validez ancestral, por llamarla así.
Pero la realidad nos muestra que la humanidad, que el humanismo de toda la vida, es más necesario que nunca.
Considero que los rasgos más importantes del ser humano, entrando en cuestión, son el cuerpo, la mente -inteligencia, voluntad, libertad- y la empatía. Pueden parecer obvios pero no lo son, pues además de cada uno de ellos se derivan muchas consecuencias.
- El cuerpo nos ata a unas necesidades, dependencias, placeres y sufrimientos, nacimiento y muerte; nos permite unas capacidades físicas y fisiológicas, nos obliga a las superviviencia…
- La mente nos dota de consciencia de ser, conlleva inteligencia, inhibe y da accesoriedad a instintos, nos diferencia de animales, modela la voluntad, aspira al desarrollo, busca la libertad, permite la memoria, nos proyecta según nuestros deseos…
- La empatía nos convierte en ser social, nos repercuten las alegrías y las penas ajenas, nos da la capacidad de amar y de ser amado, permite el nexo con nuestra historia, nos alía con nuestros semejantes y con metas comunes, nos abre los ojos ante la inconsciencia, habilita el sentimiento de culpabilidad…
Esos tres elementos son indispensables para hablar de ser humano, humanismo y humanidad, tal vez haya más que muy seguramente deriven de la conjugación de éstos, por eso éstos son básicos y indesligables.
Llama la atención la cantidad de cuestiones, dilemas, nuevas situaciones… obvian, o van en línea de obviar, este humanismo. Acabo de leer por cierto la notica de que Andrea, la niña enferma cuyos padres le piden una «muerte digna», va a ser dejada morir bajo sedación por inanición. Este ejemplo bioético, o muchos otros que rozan o traspasan lo moralmente permitido por nuestro humanismo -que no tienen porqué estar relacionados con una cuestión de enfermedad o dolor y que no voy a mencionar ahora mismo-, dejan entrever el camino a esa corriente, poco nueva ya, que es el transhumanismo.
Aunque esta corriente se subdivide a su vez en varias con diferentes matices, toda radica en la búsqueda de la vida eterna mediante la tecnología, la sustitución del cuerpo por piezas, o por un cuerpo completo mecánico, la transferencia completa de una mente consciente a una máquina, la supresión del dolor físico o de minusvalías, el perfeccionamiento de la especie mediante integración tecnológica en el cuerpo… y en resumen el vencer al tiempo, al envejecimiento, a la oxidación.
El cine lleva tiempo mostrándo guiones de este tipo prácticamente desde que existe, dando diferentes puntos de vista, desde diferentes estadíos, de lo que puede suponer el viaje por traspasar las barreras de la carne humana. Evidentemente supondría una sociedad absolutamente distinta. Sin cuerpo, sin enfermedad, sin dolor, no habría sensación de riesgo, de miedo. Sería mucho menos necesaria la protección y la supervivencia. Habría un mayor individualismo, las relaciones entre personas de reciprocidad serían menos necesarias, más efímeras. La reproducción y la descendencia pasaría a un plano muy secundario. La posibilidad de transponer y digitalizar mentes conscientes posibilita experiencias y relaciones al margen de medio físico. La empatía sería digital y muy distinta, desaparecería el sentimiento de culpa responsable; las alegrías y penas, al haber menos implicación del tiempo, serían menos importantes, menos destacables produciendo una ambigüedad. La educación y la enseñanza no serían necesarias. Las metas y los objetivos se basarían más en el tener, en autoactualizarse, en autocompletarse. El desarrollo del conocimiento cambiaría por completo hacia un sostenimiento. Sin límites superiores, la valoración de todo sería monotona y de menosprecio. El arte ya no tendría por objeto las debilidades humanas o sus bondades. La vida dejaría de tener la importancia que conocemos ahora, o que se ha conocido siempre.
Por todo esto, a grandes rasgos, intento alejarme de lo que suponga negar o redefinir el humanismo rechazando el cuerpo, la mente o la empatía y sus consecuencias derivadas, por muy entretenidas que sean las películas, o por muy seductoras que puedan serme algunas tecnologías.
La humanidad,
Obrigada, Isabel!Je1 coloquei esta poaesgtm no meu blog, com refereancia ao teu.Sabe bem comee7ar o dia assim!De ontem, ficou-me uma inquietude estranha! Sabes, quando algo termina? Quando nos afastamos de algue9m de quem gostamos muito?Dormi mal…e je1 sinto saudades deles…os meus meninos…No prf3ximo ano, fui convidada para leccionar Percursos…Ne3o sei se estou e0 altura…ne3o sei se conseguirei sentir isto, que sempre senti, nas minhas turmas, em especial estes 2 faltimos anos, porque Isabel…eram maravilhosos!Beijos.