Es increible en lo que han terminado degenerando los programas emitidos en horario prioritario de las cadenas de televisión. Es que ayer me tragué el de la Milá, y menuda basura ha terminado siendo aquello que se trajo de Holanda como experimento sociológico. El Big Brother, aquí el Gran Hermano, tiene poca diferencia con un culebrón para mentes ávidas de rumores sentimentales.
Por supuesto la presentadora pone su ingrediente, para que la cosa parezca intrigante; y entre efectos sonoros, cambios de cámara, susurros y bandas sonoras retocadas retro, se consigue un magazine sobre el que se intenta levantar alguna conversación. La cual, por supuesto, es todavía más absurda que el argumentario del propio programa.
A grandes rasgos, programa y formato con vuelta y media, más que exprimido. No lo cambian por no pensar en algo nuevo. Producto televisivo de ínfima calidad para alimentar temporalmente la prensa rosa. El típico timo de televisión.