Estamos a finales de agosto. Ya han pasado la mayoría de festejos populares, ferias, encierros taurinos etc etc. Además muchas familias aprovechan también para reunirse y celebrar sobretodo bodas. Y como no, también mucha gente se va, en estas fechas de finales de agosto, a pasar unos días de vacaciones fuera de su domicilio habitual. Yo también acabo de volver de un viajecito por el interior de España.
Cada uno hace su agosto a su manera, pero claro está, que en la situación económica actual no es la ideal para el gasto o para el consumo, no por la crisis en sí, sino por la enorme incertidumbre de futuro que perciben todos, y yo diría que especialmente los andaluces. De todo se oye por ahí acerca del resultado de aceptación y participación de las ferias, y hay quien dice que necesitan más inversión y más gasto.
No obstante, y ante todo el panorama festivo, otros que también intentan hacer un buen agosto son los del club de la SGAE, que no satisfechos con llevarse un rape de todo producto digital capaz de almacenar datos o tomar imágenes, siguen haciendo intentos de atraco a pueblos con el beneplácito del mal llamado partido socialista -lo de obrero y español ya lo perdieron porque ni ellos mismos se nombran así-.
En este verano le había tocado la china a Fuenteovejuna, pueblo gobernado por el Partido Popular, lo cual me trae al encéfalo las actuales polémicas políticas -pero lo dejaré para otro artículo-. Finalmente el club mencionado ha decidido no cobrar el impuesto revolucionario a ese pueblo, pero todo esto, unido a las tramas de detectives infiltrados en bodas del verano pasado, hace que la gente se sienta vigilada ante la posibilidad de que comentan posibles atentados contra la propiedad intelectual de autores liberales dedicados a la música.
No me cabe duda de que todo el halo de productos en que la SGAE se ha fijado, está gravado con un impuesto absurdo, y en los casos que no es así, ese gravamen es pretexto para un precio más alto. Esta sociedad quiere cobrar por escuchar música aunque sea de forma pasiva e involuntaria. La cuestión es que ya es más barato comprar música en formato mp3 que el propio canon que debe llevar, eso sin mencionar los tonos, tonitos y politonos.
Para los municipios, el pago de este canon es prácticamente de obligado cumplimiento, ¿cómo se enmarca esto en la actual situación de crisis, de refinanciación, en que Zapatero ofrece limosnas mientras entidades como la SGAE recaudan injustamente más de 400 millones de euros anualmente? ¿Cómo se justifica, no ya las listas de palaciegas subvenciones derrochadas, sino los gastos desmedidos cuando un municipio está en déficit económico y de servicios a sus ciudadanos? ¿Cómo sostener una sociedad de culto al gasto sin una política de ahorro y mesura, o al menos cordura?