Se está hablando mucho de las recientes elecciones autonómicas gallegas y vascas, pues sin duda darán pie a una nueva cascada de acontecimientos.
Si bien los resultados de ambas se ajustan a los sondeos previos, me quiero detener en este post, en lo que significa el resultado de las vascas y de sus causas.
Claro está que el resultado en el País Vasco es soberanista regionalista, una parte aún constitucional -tal vez sólo circunstancialmente- y la otra parte radicalmente separatista e inconstitucional. PNV es un partido histórico de derechas, y BILDU es un nuevo partido proetarra de izquierdas. Esto abre un nuevo escenario desconocido en el País Vasco, pues anteriormente las agrupaciones políticas proetarras obtenían una representación mucho menor, y a partir de la nueva Ley de Partidos Políticos, se declaraban ilegales, y a renglón seguido esas personas, las mismas personas, creaban nuevas agrupaciones con otros nombres. Cosa distinta está pasando con ésta.
Los vascos están dando la espalda a esos partidos, por así llamarlos, clásicos. En ese aspecto, la reacción de los votantes ante estas nuevas formaciones políticas procede del hartazgo de lo anterior y la esperanza de lo nuevo, y es semejante a lo que pasa, poco a poco, con UPyD, pero no es generalizado.
Pero Bildu, y el nacionalismo vasco, no es un partido ni un nacionalismo como el catalán o los demás de España, porque tienen enlaces directos con ETA, y la finalidad de su política no es la independencia del País Vasco, sino que es la cobertura y justificación de la banda terrorista que ha motivado su creación.
Sin ETA y sin su desmoronamiento no habría habido herencia hacia el brazo político -ANV, PCTV, Aralar, etc.-.
Sin flexibilidad en la Ley de Partidos no se habría permitido Bildu, y no estaría gobernando instituciones.
Sin la ambigüedad en los regímenes penitenciarios de los presos, Bildu no tendría razón de ser.
Si se hubiese reformado los órganos de la administración de justicia a tiempo no se habría flexibilizado la ley, ni llevado a interpretaciones ambivalentes y subjetivas.
Si no hubiese gobernado el PSOE estos años, y sí lo hubiese hecho PNV, éste último no habría sido oposición (como es lógico) y hubiera ostentado estos años mayor identificación con el electorado general. Pero como ha sido oposición, ha estimado conveniente políticamente la diversificación del nacionalismo vasco, a expensas de PSOE y PP.
Si el PP no le hubiese dado el gobierno al PSOE, o no se lo hubiese dado gratis total, o al menos le hubiese puesto algunas condiciones más, que la de simplemente terminar con la censura de la libertad, aquellos electores que vieron en ese gobierno una manipulación artificial de la democracia, no habrían estado 4 años esperando el día de las elecciones, haciendo leña del que hoy es un árbol caído ya. Y los electores del PP no habrían estado 4 años desesperanzados ante el resultado que ya veían venir, contemplando el gobierno que su voto había resultado apoyar.
De modo que creo que la responsabilidad de este resultado en el País Vasco se debe a todas estas causas. Varias personas en varios partidos hicieron apuestas arriesgadas, se les encendieron luces con muchas sombras, tenían un plan estratégico de marketing político; tan estratégico, tan político, que estaba equivocado; se olvidaron de los sentimientos y de las causas y problemas de los votantes.
No es que sea malo o bueno el resultado; es sólo el reflejo de una realidad social concreta, que dice distar mucho del libre pensamiento, y que aprueba, consiente y solicita la imposición en un ámbito geográfico concreto.
Es un resultado fruto de situaciones forzadas.