Después de las elecciones al Parlamento Europeo, quedan pocos análisis generales que hacer que no se hayan hecho ya. Unos más partidistas y otros más imparciales, unos en un plano y otros en otro contexto, …
Donde me quiero detener es en el resultado que una formación proterrorista y separatista, y por lo tanto xenófoba, obtiene en un municipio como Fuente Palmera. De hecho, conservó su candidatura porque a última hora sí condenaron la violencia, pero desde un principio su lista y sus apoyos han estado contaminados de personajes ligados al mundo etarra y a la recientemente ilegalizada ANV.
No sé porque lo llaman izquierda abertzale, tal vez sea sólo por que aluden contínuamente a una revolución armada, alentan a la desobediencia y, en este caso, hacen uso de una estrella roja rusa. Realmente son un partido de ultraderecha, de extremismo patriótico, paramilitar y con unos tintes duros de odio a todo.
Por eso sólo se me ocurren dos o tres razones, a través de las cuales un votante colono pueda estar convencido para votar a semejante carátula política.
La primera es la ignorancia acompañada del atractivo de logotipo. Hay personas que están tan cegadas con la estética izquierdista, que donde ven una estrella roja, o un puño en alto o un rostro del Che se tiran de cabeza, pues deben pensar que aquello que se vale de esos signos para representarse, ha de ser bueno y acorde con ellos, pues ellos también son inconformistas antisistema.
Otra razón podría ser la rebelión contra lo monótono. Un votante así puede pensar de este partido que, aún teniendo conexiones con partidos ilegalizados y terroristas, las ideas nunca son malas per se, y que las ideas son siempre defendibles y legítimas en cualquier caso. ¿Por qué van a ser los ideales de este partido menos ideales que los de otro? (se preguntaría el sujeto). De modo que haciendo un ejercicio de rebeldía opta por votar a quienes son una minoría radical, para de esa forma dejar constancia de que, estos votantes que están en nuestro pueblo, son tan rebeldes y valientes defendiendo sus ideas como los cabecillas del partido que están en Pamplona y en el Pais Vasco.
Y por último, tal vez pueda existir una razón de «donde va Vicente, a donde va la gente». En este caso, ha de existir un cabecilla que sea el que adoctrine de una forma muy digerida, suavice al mismo tiempo los extremos y aristas de la ideología, e idealice los objetivos. Aunque, claro está, para que se dé esta última razón, han de darse también las dos anteriores.
Si a Europa le da miedo que los euro-excepticos y los partidos extremistas obtengan representación, no es ni más ni menos que éste el camino que han seguido ésos para obtener su representación. Esto puede seguir dándose en siguientes elecciones, puede aumentar o puede decrecer. En cualquier caso es una de las distorsiones filosóficas atribuidas a nuestro sistema democrático.