Querido amigo José Luis
No pasa ni un día en que deje de pensar en lo nuestro. Continuamente me pregunto que es lo que hice mal, si fue por mi, o fue por el que dirán. Y también pienso en lo que podía haber sido, todo lo que podía haber cambiado, dejando atrás el pasado, y olvidando todo lo demás.
Comprendo que tengas otros a los que satisfacer, quienes te dan mejor placer que el mío, el apuesto Pascual, o Joseliño, o ese otro José el cordobés, incluso Manolito. Pero yo puedo cambiar, ya soy menos travieso y no hago locuras. He madurado y ya no me junto con cualquiera, no frecuento malas compañías. Me refiero a esos sinvergüenzas que te traicionaron, a quienes tendiste tu mano con toda la confianza del mundo y la mayor benevolencia. Si ya decían que merecías el Nobel de la Paz, quien sino mejor que tú.
Además mi admiración hacia ti ha crecido enormemente después de lo de aquel pobre barco. No puedo tenerte más respeto después de contemplar la forma tan apuesta que tuviste de actuar, rápido y decidido sabías que
saldrías airoso con aquellos piratas que tan ingenuos aceptaron tus dulces txutxerías. ¡Hasta donde ha llegado ya el capitalismo que los más clásicos piratas no aprecian las virtudes del socialismo!
Por eso te pido José Luis amigo mío, veámonos de nuevo, hablemos y verás como todo se puede cambiar. Sólo quiero algo de independencia para demostrarte mi fidelidad incondicional. Incluso te puedo llevar ya una caja de sidra vasca, la mejor, como el cava catalán. Y tus huevos estrellaos estoy deseando probarlos.
Con todo mi cariñoak, tu Juanjo.
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