Escarbamos o no escarbamos

Amparándose en la  Ley de Memoria Histórica, en estas semanas anteriores el Juez Baltasar Garzón ha iniciado un proceso judicial un poco abstracto y farragoso incluso para él. Empezó ya pidiendo certificados de defunción de quienes pensaba enjuiciar, y paralelamente ordenaba abrir fosas de muertos, de las que previamente había solicitado información.

Al principio hubo bastantes manifestaciones sobre la necesidad de hacer esas excavaciones, justificándose como aquello a lo que tienen derecho por haber estado callados, como un ajuste de cuentas pendiente o como la hora de la otra cara de la moneda.

Pero enseguida algunas asociaciones y agrupaciones de familiares por la memoria histórica, el propio fiscal, e incluso Carrillo, admitían de alguna forma que el proceso abierto podía ser tortuoso y peliagudo. Desenterrar muertos y enjuiciar a más muertos, sólo puede llevar al enfrentamiento entre sus respectivas familias, cuando en el art. 1 y 2 de la Ley de Memoria Histórica dice que el objeto de la ley es

fomentar la cohesión y solidaridad entre las diversas generaciones de españoles en torno a los principios, valores y libertades constitucionales

se pretende el fomento de los valores y principios democráticos

    Hay quienes quieren abrir el libro de historia para reescribirla, y los hay de izquierdas y de derechas:

  • quienes piensan que los demás tienen una deuda con ellos por las torturas o muertes de sus familiares o de su bando
  • y quienes piensan que se está tergiversando la verdad acerca de la legitimidad de un Gobierno que acabó en una guerra; y cuyos familiares también perecieron.

Pienso que la historia es para recordarla y tenerla en cuenta en el sentido útil de aprendizaje. Utilizar una ley para jugar al revanchismo es algo a lo que puede apuntarse todo el mundo, pero que no tendrá ningún resultado positivo para el bien general. Aunque seguro que tendría efecto positivo para el ego y el orgullo de algunos, que utilizando sus propias desgracias, y en mayor medida las ajenas, enaltecerían su reconocimiento.

La memoria histórica no puede comportarse como una nueva batalla, a modo de batalla final, la secuela de aquella guerra civil en la que de nuevo se utilizan los mismos argumentos, se hacen presentes, y se defienden aquellas causas que dieron lugar a la guerra.

La Ley de Memoria Histórica no ha de ser una nueva trinchera, como muestra este cartel, mediante la que se dilate en el tiempo la revancha de la guerra hasta la generación de nuestros nietos, o más allá.

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